Epimenia
Daniel Albarrán
Escrito en
Barcelona, en el mes de abril de 2013,
con motivo de la
situación política de Venezuela después de la muerte de Rafael Hugo Chávez
Frías, Presidente de Venezuela hasta el 10 de enero de 2013, fecha en que se
tenía que juramentar para el nuevo período constitucional… y que fue y no fue
juramentado…pero que se auto juramentó como partido por el vicepresidente
Nicolás Maduro (interpretación y aplicación de los números 231 y 233 de
la CONSTITUCIÓN
DE LA REPÚBLICA BOLIVARIANA
DE VENEZUELA).
En esas
circunstancias muchas cosas no quedaron esclarecidas ni claras… Eso mismo
originó este libro…que aborda el tema en forma de
cuento…
NOTA:
Antes de
comenzar…
VÉASE EL RECUADRO
EN LA PÁGINA
anterior… Esa nota es importante para entender este
libro...
(1)
Epimenia se hallaba
en una cama de hospital.
Epimenia pasaba ya
los ochenta años. Su pelo estaba totalmente blanco. Su cabellera, que antes
había sido su orgullo femenino natural, por lo larga y bellamente cuidada, ahora se hallaba escasa y
estaba retocada para acomodarse a su edad y a su color
naturales.
(2)
En el mundo las cosas andaban como iban,
y no podrían ser mejor, como tampoco peor. Era así, y su andar era la cadena
irrepetible del anillo que correspondía al eslabón de la circunstancia histórica
del momento. Los momentos eran los momentos, sin repetición, y todo estaba en la
impresionante secuencia de lo inevitable,
y en el desenvolvimiento de lo evidentemente predecible, porque todo
parecía ser que las cosas tenían que suceder tal como estaban sucediendo. Se
comprendían que se desencadenasen como suceden las cosas con la mayor
naturalidad, y sin ningún tipo de sorpresa. No cabía la menor sospecha de un
accidente en el transcurso de lo que sucedía, porque la historia igual se iba
tejiendo.
Todo iba indicando que así tenía que
suceder. La lógica de la historia, para nada parecería caprichosa, y hacía ver
con la toda la naturalidad lo que se iba mezclando en el
acontecer.
El mundo estaba viviendo un avance nunca
antes vivido, ni nunca jamás imaginado. Ni el francés Julio Verne, con su
refulgente y encantadora imaginación hubiese previsto lo que se estaba
evidenciando; ni el judío Michel de Nostradamus hubiese proyectado un futuro
para su tiempo, todo este presente que se estaba manipulando y viviendo en los
momentos actuales de la historia.
(3)
Epimenia era
atendida por sus hijos y sus nietos, y la prodigaban de ternura y cariño.
Los médicos la
trataban con un especial cuidado, y le habían tomado, en cierta manera un
especial aprecio.
Epimenia no paraba
de hablar, y a pesar de que sus hijos sentían preocupación por su situación de
salud, ella se dejaba querer por todos los que tenían que ver con los cuidados
médicos, tanto doctores y enfermeras.
(4)
En las esferas de
la política, todo parecía ir al revés. La lógica natural y el sano juicio,
parecían ser superados por el cuento de “ahí viene el lobo… ahí viene el lobo”.
Antes se había dicho que venía el lobo, y nunca el lobo se había dado un paseíto
por las praderas del pastor que gritaba siempre lo mismo, y que había sido
tomado como un juego de mal gusto, cuando las cosas se tomaron en serio en un
comienzo. De tanto repetirse el mismo grito del pastor, los otros pastores ya se
habían acostumbrado poco a poco a tomársela en broma, porque así lo
era.
Todo parecía
indicar que esta vez, el pastor tenía razón…“ahí viene el lobo… ahí viene el
lobo”.
(5)
En el caso del cuento del lobo, varios
elementos conformaban la realidad del grito del pastor.
Por un lado, estaba el hecho de las
ovejas, que comían pastos en las praderas a los que las llevaban los pastores.
Las ovejas comían, y volvían a comer, y siempre tenían su balido y su coro de
muchos balidos, porque eran ovejas.
Por otra parte, estaban los pastos que
las ovejas comían, que a veces eran más verdes y jugosos; y otras veces, eran
menos verdes. Pero que siempre comían las ovejas, porque según parece las ovejas
no saben hacer otra cosa, que comer y balar; balar y comer. Aunque no se podía
negar, que las ovejas también producen lana, y algunas también dan leche para
hacer queso de oveja. Y, todas a su vez, dan carne para comer, porque para eso
los pastores cuidaban de buscar buenos pastos para que las ovejas comieran. Y
ese es el sentido del cuido que dan los pastores a las ovejas, ya de cada una,
ya de todo el rebaño.
(6)
Por otra parte, también estaban los
pastores mismos, que día tras día venían a pastorear a todas las ovejas, para lo
que se sentaban a la sombra y poder divisar la presencia del lobo, en caso de
que viniera, y cuidar de todo el ganado.
Pero tenían mucho tiempo que no se perdía
una oveja en los dientes feroces del lobo, que buscaba comerse la oveja que
estuviera más distraída, y que se hallase un poquito fuera del rebaño. Por eso,
era la ventaja de que las ovejas estuvieran juntas, y a la vista de los
pastores.
En caso de que el lobo se asomara, alguna
oveja se sobresaltaba y corría, y el resto de las ovejas, salía corriendo. Y,
entonces, los pastores salían en su defensa, formando una algarabía de gritos
para espantar a lobo, que casi siempre se llevaba una ovejita entre sus fauces;
o, a veces, la dejaba mal herida tirada en el pasto, y el lobo corría para
salvar su vida. En esos casos, los pastores buscaban lavar las heridas de la
oveja herida para rescatarla de la muerte. En otros casos, la oveja herida
moría, porque los dientes del lobo eran como navajas muy agudas, cortantes y
penetrantes, y no dejaban parte sana, y la muerte era inevitable. Entonces, en
esos casos, los pastores terminaban la obra comenzada por el lobo, y terminaban
comiéndose en asado, la carne de la oveja que antes cuidaban, y que ya no
necesitaría más cuidos ni atenciones.
En ese último trance, la oveja pasaba a
ser una pérdida para los pastores, sobre todo para el amo, que les pagaba y los
tenía contratado. Pero, para que el dueño no fuera a tomárselas en su contra, le
llevaban la oveja herida para comprobar que todo había sido obra del lobo.
Entonces, el mismo dueño mandaba adelantar el trance final para esa oveja, y él
mismo mandaba a prepararla en asado.
Entonces, a pesar de la pérdida, todos,
en cierta manera, salían ganando.
(7)
Epimenia iba evolucionando bastante bien,
en su cuadro de salud. Y, a pesar, de que en su situación se había visto
bastante delicada, su cuerpo obedecía positivamente a todos los tratamientos.
Sus ojos pícaros y bondadosos, volvían a brillar con su característica que la
identificaban como la
Epimenia de siempre.
(8)
Los pastores de las ovejas buscaban cuidar su trabajo. No había mucho que
hacer en toda la región. Todo giraba en torno a las
ovejas.
Las ovejas daban trabajo para todos. Las
ovejas daban trabajo a los que las cuidaban. Daban trabajo para los que las
llevaban en los camiones para el matadero, porque para eso era que las
engordaban y cuidaban. También daban trabajo a los que ordeñaban a las ovejas
recién paridas, para extraer su leche y hacer queso de oveja, y vender el queso
en el mercado del pequeño pueblo. También daban trabajo a los que esquilaban a
las ovejas, para sacar su pelaje y luego vender en el mercado, para hacer hilo,
que después se convertirían en ropa para la gente.
Las ovejas eran una gran fuente de
trabajo. Ellas daban el sustento a muchas familias, y muchas familias dependían
de las ovejas.
Había que cuidar las ovejas, a como diera
lugar.
(9)
La última vez que el lobo había estado
rondando el rebaño, había dejado dos ovejas mal heridas. Y esa pérdida la
recordaban como una fiesta, ya que había sido más carne de oveja en las brasas,
para la cena de los pastores que las cuidaban.
No se podía negar, por otra parte, que
esa comilona había sido un poco dolorosa para el grupo de pastores, pues el
dueño de las ovejas había tomado la decisión de descontar del pago de la semana
el valor de las dos ovejas a todo el grupo que ese día había estado pastoreando
a las ovejas.
No tenía otra opción el dueño de las
ovejas. No podía permitir que más ovejas se disminuyeran de su número; y, a
pesar de que se las habían comido en la cena, y no había sido tanta la pérdida,
era necesario crear un precedente al cobrárselas a todos por igual, pues para
eso les pagaba.
No hacer aplicar esa medida laboral,
hubiera sido desastroso para las ovejas y para todo el trabajo en general que
daban las ovejas.
Los pastores, a pesar de lo festivo que
había sido ese día por haber comido carne de oveja, se habían visto afectados
por la muerte de esas dos ovejas. También se habían visto afectadas las familias
de los pastores, pues éstos llegaron con el pago del trabajo un tanto
disminuido, al terminar la semana. Las esposas de los pastores no dejaron de
mostrar su disgusto, y cada uno se llevó su reprimenda, en medio de llamadas de
atención y amenazas.
Cuidar las ovejas tenía que ser
importante.
No se podía olvidar lo importante que
eran las ovejas.
(10)
Los médicos estaban bastante satisfechos
y orgullosos de sus conocimientos en la práctica de su ciencia en el caso de
Epimenia. La salud de Epimenia iba en franca mejoría.
Epimenia estaba muy
conversadora.
(11)
Los pastores habían aprendido la
lección.
No se podían
descuidar.
Por eso, los pastores habían redoblado la
vigilancia y se habían colocado en sitios estratégicos para cuidar que el lobo
no se acercara.
Algunas veces, un pequeño movimiento en
las matas, ponía en alerta a todos los pastores que gritaban para espantar al
lobo, por si por casualidad estuviese cerca. Así andaban los pastores después de
la última pérdida de dos ovejas.
Después no había sucedido una
desaparición de otra oveja.
(12)
Habían puesto todo su conocimiento, y
todo el trabajo de equipo para no sufrir otra pérdida más. Y estaba dando sus
resultados.
Algunos de los pastores añoraban comer
carne asada de oveja, pero tendría que ser de otra manera, que no fuera como
estrago de la presencia del lobo. Una oveja menos, tendría sus consecuencias en
el salario de la semana. Y era responsabilidad de todos, porque a todos les
pagaban para ese trabajo, y todos se verían, igualmente, afectados, porque era
un trabajo de equipo. Todos tenían que cuidar los intereses de todos, porque el
bien de uno, era el de todos.
Además, sus esposas estaban muy
contentas. Y, ellos, en cierta manera, también estaban muy contentos y
agradecidos.
También el amo estaba muy
contento.
(13)
No había de qué
quejarse.
Todo andaba bien.
Un día de esos de trabajo de equipo, en
que todo estaba saliendo como últimamente estaba saliendo, uno de los pastores
formó un griterío:
-- ¡Ahí viene el
lobo!.... ¡Viene el lobo!...
(14)
Los hijos de
Epimenia estaban muy contentos.
Los médicos ya
habían tomado la decisión de declarar a Epimenia en buen estado de salud, y de
darle de alta médica, pues su situación y su cuadro daban todas las muestras de
una evolución positiva.
Epimenia seguía
conversadora, como lo había estado en los últimos días, a pesar de su quebranto
físico...
Los compañeros de
habitación le habían tomado mucho cariño a Epimenia, y ella siempre había sido
muy respetuosa, aunque no se negaba que no dejaba de hablar y de hablar. Tal
vez, en eso había consistido su simpatía.
(15)
Mientras Epimenia
estaba en su cuadro de paciente, era llamada por todos como la abuelita. Los
mismos médicos la identificaban como la abuelita.
Y Epimenia era la
abuelita conversadora, que no dejaba de hablar y de
hablar.
Epimenia, algunas
veces se quedaba dormida en las horas del día.
(16)
El grupo de
pastores salió corriendo ante el grito de alarma de uno de sus compañeros. Unos
corrieron hacia el norte, y otros hacia el sur… el único que no se movía, y
seguía parado donde había estado gritando, era el pastor que había dado el grito
de alarma.
Entonces, el pastor
del grito de alarma empezó a reír a carcajadas.
Comprendieron los
demás pastores que se había burlado, y que no era más que una broma, y una broma
de muy mal gusto.
(17)
-- ¡Ahí viene el
lobo!.... ¡Viene el lobo!...
Volvió a gritar el
mismo pastor otro día en medio del prado donde pastoreaban las
ovejas.
Y todos los
pastores se dieron por avisados y corrieron por todos lados, buscando quitar de
los dientes feroces del lobo alguna oveja mal herida.
Y se repetía el
cuento del “ahí viene el lobo”…
Volvieron a
sentirse burlados los pastores.
Era la misma broma
del mismo pastor, que se reía a carcajadas bulleras.
(18)
Es muy conocido el
cuento del “ahí viene el
lobo”.
Y, es válido en la
aplicación de esta historia, para la que no es necesaria, sino la frase y el
hecho de resaltar la mentira y la broma del pastor, porque en verdad el lobo no
estaba viniendo, por lo menos en esos momentos.
No se descartaba,
por otro lado, que el lobo hiciera su aparición. Y todas las probabilidades
indicaban que el lobo se daría algunas vueltas para ver si lograba llevarse algo
de carne de oveja a su estómago.
Los pastores
estaban para cuidar de las ovejas, precisamente del lobo.
Se trataba de un
forcejeo que no dejaba segundas oportunidades. O el lobo comía, o los pastores
llegaban a sus casas con el salario completo de la semana. Una de las dos
posibilidades rondaba aquello parajes y prados de pastos verdes, bonitos de
mirar y contemplar en toda su extensión.
Uno de los tenía
que salir ganando; o el lobo, o los pastores.
(19)
Epimenia había sido
dado de alta médica.
Ahora se encontraba
en su casa, y todos sus hijos se turnaban para cuidarla. La prodigaban de todos
los mimos.
Epimenia algunas
veces era cuidada también por sus nietos, en especial las nietas, quienes le
dedicaban todo esmero y cariño y el cuidado.
(20)
Epimenia había se
encontraba comiendo de todo lo que le daban. Tenía buen apetito, y eso tenía muy
contentos a todos. Y eso mismo ayudaba bastante a su
mejoría.
Epimenia tenía, sin
embargo, un pequeño contratiempo, y era que no lograba dormir en las
noches.
(21)
Los pastores estuvieron muy atentos al
cuido de las ovejas.
Los avisos de la presencia del lobo por
parte del pastor que daba la falsa alarma, los fueron tomando como una broma, y
de poco a poco se hicieron a la idea de que no pasaba de una broma de muchacho
juguetón.
El pastor que venía dando los avisos de
que venía el lobo, y nada que venía, era el más joven de todos los pastores. No
se negaba, en todo caso, que el lobo andaría por sus alrededores merodeando. No
solamente un lobo; tal vez, más de uno, como era también de suponer. Porque
también los lobos andan en manada.
(22)
Todos los pastores hacían de
vigía.
Todos los pastores usaban unos bastones
grandes, y la forma final de cada bastón tenía la forma de cuerno de oveja
macho, para indicar autoridad.
El tener ese bastón con la punta en forma
de cuerno les daba a los pastores un respeto entre todas las ovejas, tanto de
machos como de hembras. Y al ser más grande que los mismos cuernos de la oveja
macho más grande, le aseguraba un liderazgo. Por eso, los pastores tenían que
usar ese bastón, con esa forma de cuerno. Era muy importante hacerse respetar
por todo el rebaño de las ovejas.
(23)
Los pastores también cargaban unos perros
que les ayudaban a cuidar las ovejas. Estos perros eran llamados “perros
ovejeros”.
Los perros ovejeros eran de color blanco
con pintas negras. Algunos perros tenían pintas negras en las orejas. Y algunos
otros tenían la pinta negra por en medio de la cara.
Los perros eran muy bonitos. Además eran
muy dóciles a los silbidos de los pastores.
(24)
Los silbidos de los pastores eran una
especie de melodía.
Cada silbido con su tonada especial tenía
una orden distinta. Si silbaban con una duración más larga, significaba una
cosa. Y si silbaban entrecortado significaba otra cosa.
Los perros ovejeros sabían el significado
de cada silbido y respondían de manera muy acertada a lo que cada pastor le
indicaba.
(25)
Epimenia tenía problemas para conciliar
el sueño en las noches.
A veces se llegaba pasada la medianoche,
y todavía se hallaba despierta.
Otras veces, se dividía la madrugada, y
todavía Epimenia, se encontraba sin poder dormir.
(26)
El problema del sueño, era realmente un
verdadero problema para Epimenia.
Las medicinas que mandaba el médico, no
ayudaban en nada.
Por otra parte, Epimenia estaba comiendo
bien, y tenía buen apetito.
(27)
Habían llevado a varios médicos en
distintas especialidades, pero Epimenia seguía con el problema del sueño.
Epimenia tomaba también medicinas
caseras, como si de esta mata o de aquella otra, por recomendaciones de los
vecinos, e igual, seguía con su insomnio, que se estaba haciendo muy
preocupante.
(28)
-- ¡Ahí viene el
lobo!.... ¡Viene el lobo!...
Y de todos los pastores que estaban
cuidando de las ovejas, sólo uno salió corriendo a espantar al
lobo.
Era otra broma.
Los demás pastores se sumaron a la falsa
alarma, y empezaron a reír a carcajada y señalaban con el dedo en forma de burla
al pastor que había salido a la voz de alerta.
(29)
-- ¡Ahí viene el
lobo!.... ¡Viene el lobo!...
Esta vez, ninguno de los pastores se
movió, aunque todos desde donde estaban sentados giraron las cabezas hacia el
rebaño de ovejas, que estaba comiendo sin ninguna señal de
espanto.
Entonces, todos los pastores soltaron las
carcajadas, porque esta vez ninguno había caído en la broma, y todos se rieron
del pastor que había dado la alarma, como la venía dando en los últimos
días.
El pastor que había dado la alarma
también río a carcajada.
Era una broma.
(30)
Epimenia se veía fatigada y agotada. El
milagro y la magia del sueño nocturno le estaban haciendo una mala
jugada.
Epimenia seguía sin poder dormir en las
noches.
En horas del día podía dormir, pero,
igualmente se le veía agotada. Es que el sueño nocturno tiene muchos efectos
sanadores y terapéuticos, que no tiene el sueño que se hace en el
día.
(31)
Fueron pasando los
días.
Todo transcurría sin grandes sobresaltos
para los pastores, e igual para las ovejas. Las esposas de los pastores estaban
muy contentas.
(32)
Los pastores se habían hecho a la idea de
que el lobo se había mudado de lugar, y había preferido otros rebaños. Pero,
igualmente estaban alertas de cualquier movimiento que indicara su presencia.
Por eso estaban
siendo vigilantes.
(33)
Las bromas del pastor que gritaba la
falsa presencia del lobo, no les quitaba a los pastores el que estuvieran
cuidadosos y precavidos.
Los perros ovejeros, en ese sentido, eran
una gran ayuda en ese estar atentos.
Los perros con sus ladridos darían la
confirmación de la presencia del lobo.
(34)
Los ladridos de los perros ovejeros,
también eran distintos. Cuando correteaban entre ellos jugando por el hermoso
prado verde, sus ladridos eran suaves y ligeros. Cuando los ladridos eran para
obligar que una oveja se volviera al resto del rebaño, entonces, sus ladridos
eran insistentes.
Los pastores, igualmente, sabían
diferenciar ladrido de ladrido, y sabían interpretar lo que estaba sucediendo
con el rebaño y con los perros.
(35)
Epimenia fue llevada otra vez al médico.
Esta vez para buscar una solución al problema de su falta de
sueño.
(36)
Los hijos de Epimenia no sabían qué
especialista buscar.
El médico que la venía tratando de hace
hacía ya bastante tiempo, parecía que no estaba dando con la medicina
adecuada.
(37)
Epimenia parecía estar alterada con el
tratamiento que estaba recibiendo.
Por un lado, la medicina indicada había
hecho su trabajo curativo. Pero, por otro lado, esa misma medicina parecía haber
alterado algo en Epimenia, que le estaba robando el hermoso regalo del sueño
nocturno.
(38)
La rutina puede ser un instrumento
beneficioso. Pero, también puede ser un instrumento
perjudicial.
(39)
Los pastores se habían hecho a la idea de
que todo estaba bien.
Los perros ovejeros no daban ninguna
señal, ni tampoco las ovejas se sobresaltaban.
(40)
Todo indicaba que estaba
bien.
Ya no había gritos de “ahí viene el lobo… ahí viene el
lobo”.
(41)
Epimenia seguía dando muestras de
agotamiento, por la falta del descanso nocturno.
Epimenia seguía
conversadora.
(42)
Epimenia mantenía su buen carácter, a
pesar de no dormir en la noche.
(43)
Los pastores tenían un
problema.
El lobo no venía. Ya no
venía.
No había movimiento de pérdida de alguna
otra oveja.
(44)
El lobo no venía.
El lobo estaba.
El lobo tenía tiempo
estando.
(45)
Epimenia había sido atendida por otro
nuevo especialista.
Las recomendaciones del nuevo
especialista habían sido muy esperanzadoras y prometían
solución.
(46)
El lobo había cambiado de manera de estar
entre el rebaño.
El lobo había cambiado de
estrategia.
(47)
Los perros ovejeros no sabían de la nueva
estrategia del lobo.
Los pastores tampoco se habían dado
cuenta del cambio.
(48)
Ahora, Epimenia estaba comenzando la
nueva medicina.
Toda la medicina anterior había que
desecharla. Así lo había indicado el nuevo médico.
Todos parecían muy
contentos.
(49)
Los hijos de Epimenia estaban
agradecidos.
Las cosas se entienden cuando se hablan.
Y, ahora, habían hablado con claridad y sin ninguna segunda intención. Así había
sido en la experiencia del nuevo médico.
Todo parecía indicar que empezaría de
nuevo.
(50)
La primera aplicación de la medicina
estaba dando buenos resultados inmediatos para Epimenia.
Todos estaban muy
contentos.
(51)
Los pastores seguían viniendo todos los
días, como siempre, a las verdes praderas con las ovejas.
Las ovejas comían, y volvían a comer, y
siempre tenían su balido y su coro de muchos balidos, porque eran ovejas, como
ya se dijo, y volvemos ahora también a decir.
(52)
Los pastores se apostaban en sus lugares
de siempre.
Los pastores siempre usaban su bastón con
forma de cuerno de oveja macho. Eso les daba respeto y
autoridad.
(53)
Los pastores tenían tiempo que no comían
carne de oveja. Sabían su precio, en caso de que se perdiera una oveja en los
dientes del lobo.
Los pastores estaban
atentos.
Desde la pérdida de las dos últimas
ovejas, no habían comido más carne asada de oveja.
(54)
El lobo había cambiado de
estrategia.
Ya no venía.
Por eso nunca más se había oído “ahí viene el lobo… ahí viene el
lobo”.
El lobo no venía.
(55)
La primera noche que Epimenia había
tomado del nuevo tratamiento había sido una gran
bendición.
Epimenia había podido dormir durante toda
la noche, de corrido.
(56)
Epimenia tenía tiempo que no saboreaba la
dulzura de un sueño reparador.
Esa noche había sido toda una
bendición.
(57)
Al dormir Epimenia, todos experimentaban
una gran alegría.
También los hijos de Epimenia pasaron una
noche reparadora. También ellos se beneficiaban del sueño de
Epimenia.
(58)
El problema para los pastores no era que
el lobo no iba. Era que ya estaba.
Y ahí estaba el
problema.
(59)
Antes el lobo salía corriendo detrás de
cualquier oveja hasta que alcanzaba una, y se la llevaba entre sus
dientes.
Muchas veces el lobo salía con la oveja
colgando en su boca, y la devoraba cuando tenía la
oportunidad.
(60)
El patrón de comportamiento del lobo era
que corría tras todo el rebaño hasta conseguir una oveja. Ese patrón asustaba a
todas las ovejas, y los perros se enfrentaban al lobo.
Cuando sucedía de esa manera, se formaba
toda una algarabía. Las ovejas se espantaban; los perros ladraban; los pastores
gritaban formando escándalo.
Entonces, el lobo se
espantaba.
(61)
Ahora el lobo, había cambiado su
modalidad.
Ya no corría detrás del
rebaño.
Por eso las ovejas no salían espantadas.
Tampoco los perros daban ningún tipo de alarma, que indicaran que estaba
sucediendo estragos en el rebaño.
(62)
El lobo esperaba el
atardecer.
El lobo no iba al rebaño. Por eso, las
cosas habían cambiado.
Por eso no había voz ni grito de alarma
de la presencia del lobo.
(63)
Pero el lobo si estaba en los prados
verdes bonitos de mirar.
También el lobo comía carne de
oveja.
(64)
Por otra parte, los pastores tenían
tiempo que no comían carne asada de oveja puesta en brasas, al caer la tarde y
comenzar la noche.
Algunos pastores añoraban la carne asada
de oveja.
(65)
Epimenia tenía un
problema.
Epimenia, ahora dormía en la
noche.
Epimenia, también dormía en el
día.
Epimenia, ahora casi no
comía.
Las cosas se estaban complicando para
Epimenia.
(66)
La nueva manera de proceder del lobo no
la sabían los pastores.
Esa nueva manera del lobo, tampoco la
conocían los perros ovejeros.
(67)
Todo parecía que estaba
bien.
Todo no estaba
bien.
Solamente parecía que estaba
bien.
(68)
Los pastores no lo
sabían.
Tampoco el amo lo
sabía.
El amo estaba contento porque los
pastores no llegaban con alguna oveja herida.
Todo eso hacía pensar que todo estaba
bien.
(69)
Solamente el lobo había cambiado de
estrategia.
El lobo si comía carne de
oveja.
(70)
Ahora, Epimenia casi no estaba despierta
en el día.
Epimenia, ahora, casi no
comía.
Epimenia, se estaba
debilitando.
(71)
Los pastores al atardecer hacían sonar
sus silbidos largos.
Los perros corrían hacia un lado, y hacia
otro, y las ovejas comenzaban a moverse.
Comenzaba el regreso de las
ovejas.
(72)
Los pastores se distribuían en sus
posiciones, y las ovejas se alineaban en su retorno a la casa, para pasar la
noche, y volver al día siguiente.
(73)
Entonces, era cuando el lobo que había
cambiado de actuar, salía a poner por obra su nueva
estrategia.
(74)
Epimenia, apenas lograba ponerse en
pie.
El nuevo tratamiento la mantenía
soñolienta siempre.
Antes, casi no
dormía.
Ahora, casi no
comía.
(75)
El lobo aprovechaba el movimiento de las
ovejas y todo lo que ese movimiento provocaba.
En ese movimiento los perros
ladraban.
Todo el rebaño se movía en
manada.
(76)
Era, entonces, cuando el lobo agarraba
con sus dientes punzantes como navaja afilada a una oveja, cualquiera que
fuera.
Oveja era oveja, y el lobo no hacía
diferencia de tamaño, ni de sexo, ni de edad. Oveja era
oveja.
Y, lobo era lobo. No había
diferencia.
(77)
Epimenia tenía que ser llevada al mismo
médico.
El problema del sueño, seguía siendo el
problema de Epimenia.
Se había llevado al médico, porque no
dormía.
Y, porque sólo dormía, había que volverla
a llevar al médico.
(78)
En el barullo del movimiento del inicio
del regreso de las ovejas, era cuando el lobo lograba aplicar su nuevo
método.
Las ovejas no se espantaban, ni
corrían.
Las ovejas solo movían para
retornar.
(79)
En ese desorden del regreso, el lobo
encontraba su camuflaje, y eso le permitía volver a comer carne de
oveja.
Pero los pastores tenían tiempo que no
comían carne asada de oveja.
El lobo les estaba ganando con su
estrategia.
(80)
Hacía mucho tiempo que no se oía el grito
que asustaba a los pastores.
No se oía “ahí viene el lobo… ahí viene el
lobo”…
(81)
El lobo estaba haciendo estragos en el
rebaño.
Lo ignoraban los
pastores.
No lo delataban los
perros.
El amo ni lo
imaginaba.
(82)
Alguna cosa había que hacer con
Epimenia.
Las cosas se estaban complicando para
Epimenia.
El no comer era más que complicado para
Epimenia.
(83)
Los pastores no sabían lo del
lobo.
Los pastores estaban contentos porque
tenían tiempo que no habían llevado ninguna oveja herida para justificar la
acción del lobo, frente a las exigencias del amo.
No importaba que no comieran carne asada
de oveja en los últimos días.
Sus esposas estaban contentas. Y eso era
muy importante.
(84)
Los pastores decían la
verdad.
Por eso lugares bonitos y hermosos de
ver, no habían sentido la presencia del lobo.
Los pastores estaban contentos. También
el amo. También las esposas de los pastores.
(85)
Los pastores decían su verdad. Y en esto
estaban en lo cierto.
Nadie había gritado ni anunciado la
presencia del lobo; por consiguiente, tampoco el estrago del
rebaño.
(86)
Pero el lobo siempre había estado, y
siempre había estado comiendo carne de oveja.
No lo sabían ni los pastores, ni los
perros ovejeros. Tampoco el amo.
(87)
La verdad es la
verdad.
A veces la verdad no aparece ni se asoma.
Y la verdad no da visos de presencia, ni hace alarde de estar. La verdad
simplemente está ahí. Está muda y en silencio.
(88)
La verdad es
silencio.
La verdad no grita.
La verdad es
silenciosa.
(89)
La verdad no grita.
La verdad no se
grita.
Porque si la verdad gritara y si la
verdad se gritara, ya fuera una grosería.
Y, entonces, pasaría a ser una grosería
la verdad.
Y, la verdad no es
grosera.
(90)
La mentira, por el contrario, hay que
gritarla.
Gritarla a voz en
cuello.
La mentira hay que gritarla hasta llegar
a la misma forma del chillido.
(91)
El chillido hay que defenderlo, y en su
defensa hay que dar la vida, para hacerlo estridente.
Y, entonces, su estridencia se convierte
en aplauso.
(92)
Los pastores no reportaban pérdidas de
ovejas.
Los perros ovejeros no ladraban distinto,
como cuando sienten la presencia del lobo.
(93)
El lobo estaba comiendo carne de
oveja.
Los pastores añoraban comer carne asada
de oveja.
(94)
Estaba sucediendo una
verdad.
Estaba sucediendo una
mentira.
(95)
El lobo no aullaba.
El lobo estaba comiendo carne de
oveja.
(96)
Los pastores no reportaban la pérdida de
alguna oveja.
Los pastores añoraban comer carne asada
de oveja.
(97)
Verdad.
Mentira.
(98)
La verdad era para los pastores una
mentira.
La mentira era para los pastores una
verdad.
(99)
Las cosas habían cambiado en
la Venezuela
del 2012-2013[1].
(100)
Nadie gritaba “ahí viene el lobo… ahí viene el
lobo”.
Nadie corría. Nadie
se asustaba. Nadie sentía movimiento en las matas.
(101)
El lobo, simplemente
estaba.
El lobo comía carne de
oveja.
El lobo ya no
venía.
El lobo había estado y
estaba.
(102)
El lobo solo había cambiado de
estrategia.
El lobo estaba
comiendo.
El lobo siempre había
comido.
Y, ahora, comía.
(103)
La verdad no se
grita.
La verdad es
silenciosa.
La verdad no es
grosera.
(104)
Para los pastores hubiera sido una
grosería comentarles que el lobo estaba en los prados verdes bonitos de ver y de
mirar.
(105)
La sola sospecha de un comentario a los
pastores de la presencia del lobo les traería a los pastores un sinfín de
problemas.
(106)
El principal problema para los pastores
se viese reflejado en sus salarios de cada semana.
Las esposas de los pastores se hubiesen
molestado sobremanera.
El amo hubiese tomado
medidas.
El rebaño de ovejas era su fuente de
trabajo.
(107)
El lobo no había ido, ni
venido.
No había habido ningún indicio para
pensar que hubiese ido en los últimos tiempos.
No ha ido. No había
ido.
(108)
El lobo solo
estaba.
Por eso el lobo no había
ido.
Por eso el lobo no había
venido.
(109)
Simple de simple.
Nada de complicado.
(110)
Sólo se ignoraba.
O se sabía, o se sospechaba por lógica de
pastores de ovejas.
(111)
¿En qué momento se había cambiado el
escenario?
(112)
Las ovejas comían, y volvían a comer, y
siempre tenían su balido y su coro de muchos balidos, porque eran
ovejas.
Esto ya se dijo. Y se dijo que se
dijo.
Pero se vuelve a decir, para decir que se
dijo que se dijo, y se vuelve a decir, para decir que se dijo que se dijo[2].
(113)
¿No era conveniente saber que el lobo
había estado siempre?
Saberlo tenía sus
problemas.
(114)
Era gritar…que no.
Y, había que convertir el grito en
chillido.
(115)
Aquí estaba el
problema.
El grito era
chillido.
(116)
El lobo, simplemente, estaba comiendo
carne de oveja.
(117)
La verdad no se
grita.
Si la verdad gritara perdería su
elegancia.
(118)
La verdad tiene
compostura.
La verdad tiene su no sé qué de
finura.
La verdad es la
verdad.
(119)
La verdad
permanece.
La verdad se
mantiene.
La verdad no grita.
La verdad es silencio y
silenciosa.
(120)
El lobo, simplemente,
estaba.
Esa era la verdad.
(121)
El problema era en la lógica de los
pastores.
Porque si estaban cuidando ovejas era
porque las ovejas necesitaban de cuido.
(122)
El problema era que si el lobo no había
dado muestras de su cercanía… era porque algo no andaba
bien.
El lobo come carne de
oveja.
Los pastores cuidan de las
ovejas.
(123)
El problema no era el
problema.
Porque el problema no era que el lobo no
comiera carne de oveja. Porque el lobo come carne de
oveja.
(124)
El problema era que los pastores no daban
ninguna alerta del lobo.
Para eso están los pastores de ovejas.
Para cuidar de las ovejas.
El lobo tenía que estar comiendo carne de
oveja.
Era lógico que el lobo
estuviera.
(125)
El problema era la omisión del grito de
los pastores.
Los pastores se habían acostumbrado a no
escuchar ningún grito de alarma.
(126)
Y la lógica era la
lógica.
El lobo siempre es
lobo.
La oveja siempre es
oveja.
Los pastores estaban para cuidar a la
oveja del lobo.
(127)
El lobo estaba para comer
oveja.
El pastor estaba para que el lobo no
comiera oveja.
(128)
El problema era que el lobo seguía siendo
lobo.
Eso no era un
problema.
(129)
El problema era que los pastores se
habían confiado.
El lobo estaba siendo fiel a sus
instintos de depredador.
(130)
Los perros, tal vez, ya estaban con sus
ladridos anunciando que el lobo estaba.
Pero el lobo había cambiado de
estrategia.
El lobo ya no iba.
El lobo ya no corría detrás de alguna
oveja.
El lobo esperaba que las ovejas se
movieran en el momento del regreso.
El barullo del regreso era la nueva
estrategia para el lobo.
(131)
Ahí estaba el
centro.
Ese era el
problema.
Esa era la oportunidad para el
lobo.
(132)
El lobo era lobo.
Antes.
También ahora.
(133)
Las cosas habían
cambiado.
(134)
Mientras tanto, Epimenia, seguía sus
tratamientos.
[1]
En este punto y altura del cuento, es donde está la parte crítica y complicada,
porque es donde se aplicarían los números 231 y 233 de la CONSTITUCIÓN DE
LA REPÚBLICA
BOLIVARIANA DE VENEZUELA…