sábado, 24 de junio de 2017

Epimenia... un relato no tan largo en capítulos cortos

  
Epimenia


Daniel Albarrán


Escrito en Barcelona, en el mes de abril de 2013,
con motivo de la situación política de Venezuela después de la muerte de Rafael Hugo Chávez Frías, Presidente de Venezuela hasta el 10 de enero de 2013, fecha en que se tenía que juramentar para el nuevo período constitucional… y que fue y no fue juramentado…pero que se auto juramentó como partido por el vicepresidente Nicolás Maduro (interpretación y aplicación de los números 231 y 233 de la CONSTITUCIÓN DE LA REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA).
En esas circunstancias muchas cosas no quedaron esclarecidas ni claras… Eso mismo originó este libro…que aborda el tema en forma de cuento…




NOTA:


Antes de comenzar…

VÉASE EL RECUADRO EN LA PÁGINA anterior… Esa nota es importante para entender este libro...



(1)                    


Epimenia se hallaba en una cama de hospital.
Epimenia pasaba ya los ochenta años. Su pelo estaba totalmente blanco. Su cabellera, que antes había sido su orgullo femenino natural, por lo larga y  bellamente cuidada, ahora se hallaba escasa y estaba retocada para acomodarse a su edad y a su color naturales.


(2)                    




       En el mundo las cosas andaban como iban, y no podrían ser mejor, como tampoco peor. Era así, y su andar era la cadena irrepetible del anillo que correspondía al eslabón de la circunstancia histórica del momento. Los momentos eran los momentos, sin repetición, y todo estaba en la impresionante secuencia de lo inevitable,  y en el desenvolvimiento de lo evidentemente predecible, porque todo parecía ser que las cosas tenían que suceder tal como estaban sucediendo. Se comprendían que se desencadenasen como suceden las cosas con la mayor naturalidad, y sin ningún tipo de sorpresa. No cabía la menor sospecha de un accidente en el transcurso de lo que sucedía, porque la historia igual se iba tejiendo.
       Todo iba indicando que así tenía que suceder. La lógica de la historia, para nada parecería caprichosa, y hacía ver con la toda la naturalidad lo que se iba mezclando en el acontecer.
       El mundo estaba viviendo un avance nunca antes vivido, ni nunca jamás imaginado. Ni el francés Julio Verne, con su refulgente y encantadora imaginación hubiese previsto lo que se estaba evidenciando; ni el judío Michel de Nostradamus hubiese proyectado un futuro para su tiempo, todo este presente que se estaba manipulando y viviendo en los momentos actuales de la historia.


(3)                    



Epimenia era atendida por sus hijos y sus nietos, y la prodigaban de ternura y cariño.
Los médicos la trataban con un especial cuidado, y le habían tomado, en cierta manera un especial aprecio.
Epimenia no paraba de hablar, y a pesar de que sus hijos sentían preocupación por su situación de salud, ella se dejaba querer por todos los que tenían que ver con los cuidados médicos, tanto doctores y enfermeras.





(4)                    


En las esferas de la política, todo parecía ir al revés. La lógica natural y el sano juicio, parecían ser superados por el cuento de “ahí viene el lobo… ahí viene el lobo”. Antes se había dicho que venía el lobo, y nunca el lobo se había dado un paseíto por las praderas del pastor que gritaba siempre lo mismo, y que había sido tomado como un juego de mal gusto, cuando las cosas se tomaron en serio en un comienzo. De tanto repetirse el mismo grito del pastor, los otros pastores ya se habían acostumbrado poco a poco a tomársela en broma, porque así lo era.
Todo parecía indicar que esta vez, el pastor tenía razón…“ahí viene el lobo… ahí viene el lobo”.





(5)                    


       En el caso del cuento del lobo, varios elementos conformaban la realidad del grito del pastor.
       Por un lado, estaba el hecho de las ovejas, que comían pastos en las praderas a los que las llevaban los pastores. Las ovejas comían, y volvían a comer, y siempre tenían su balido y su coro de muchos balidos, porque eran ovejas.
       Por otra parte, estaban los pastos que las ovejas comían, que a veces eran más verdes y jugosos; y otras veces, eran menos verdes. Pero que siempre comían las ovejas, porque según parece las ovejas no saben hacer otra cosa, que comer y balar; balar y comer. Aunque no se podía negar, que las ovejas también producen lana, y algunas también dan leche para hacer queso de oveja. Y, todas a su vez, dan carne para comer, porque para eso los pastores cuidaban de buscar buenos pastos para que las ovejas comieran. Y ese es el sentido del cuido que dan los pastores a las ovejas, ya de cada una, ya de todo el rebaño.




(6)                    




       Por otra parte, también estaban los pastores mismos, que día tras día venían a pastorear a todas las ovejas, para lo que se sentaban a la sombra y poder divisar la presencia del lobo, en caso de que viniera, y cuidar de todo el ganado.
       Pero tenían mucho tiempo que no se perdía una oveja en los dientes feroces del lobo, que buscaba comerse la oveja que estuviera más distraída, y que se hallase un poquito fuera del rebaño. Por eso, era la ventaja de que las ovejas estuvieran juntas, y a la vista de los pastores.
       En caso de que el lobo se asomara, alguna oveja se sobresaltaba y corría, y el resto de las ovejas, salía corriendo. Y, entonces, los pastores salían en su defensa, formando una algarabía de gritos para espantar a lobo, que casi siempre se llevaba una ovejita entre sus fauces; o, a veces, la dejaba mal herida tirada en el pasto, y el lobo corría para salvar su vida. En esos casos, los pastores buscaban lavar las heridas de la oveja herida para rescatarla de la muerte. En otros casos, la oveja herida moría, porque los dientes del lobo eran como navajas muy agudas, cortantes y penetrantes, y no dejaban parte sana, y la muerte era inevitable. Entonces, en esos casos, los pastores terminaban la obra comenzada por el lobo, y terminaban comiéndose en asado, la carne de la oveja que antes cuidaban, y que ya no necesitaría más cuidos ni atenciones.
       En ese último trance, la oveja pasaba a ser una pérdida para los pastores, sobre todo para el amo, que les pagaba y los tenía contratado. Pero, para que el dueño no fuera a tomárselas en su contra, le llevaban la oveja herida para comprobar que todo había sido obra del lobo. Entonces, el mismo dueño mandaba adelantar el trance final para esa oveja, y él mismo mandaba a prepararla en asado.
       Entonces, a pesar de la pérdida, todos, en cierta manera, salían ganando.






(7)                    



       Epimenia iba evolucionando bastante bien, en su cuadro de salud. Y, a pesar, de que en su situación se había visto bastante delicada, su cuerpo obedecía positivamente a todos los tratamientos. Sus ojos pícaros y bondadosos, volvían a brillar con su característica que la identificaban como la Epimenia de siempre.




(8)                    


       Los pastores de las ovejas buscaban cuidar su trabajo. No había mucho que hacer en toda la región. Todo giraba en torno a las ovejas.
       Las ovejas daban trabajo para todos. Las ovejas daban trabajo a los que las cuidaban. Daban trabajo para los que las llevaban en los camiones para el matadero, porque para eso era que las engordaban y cuidaban. También daban trabajo a los que ordeñaban a las ovejas recién paridas, para extraer su leche y hacer queso de oveja, y vender el queso en el mercado del pequeño pueblo. También daban trabajo a los que esquilaban a las ovejas, para sacar su pelaje y luego vender en el mercado, para hacer hilo, que después se convertirían en ropa para la gente.
       Las ovejas eran una gran fuente de trabajo. Ellas daban el sustento a muchas familias, y muchas familias dependían de las ovejas.
       Había que cuidar las ovejas, a como diera lugar.



(9)                    



       La última vez que el lobo había estado rondando el rebaño, había dejado dos ovejas mal heridas. Y esa pérdida la recordaban como una fiesta, ya que había sido más carne de oveja en las brasas, para la cena de los pastores que las cuidaban.
       No se podía negar, por otra parte, que esa comilona había sido un poco dolorosa para el grupo de pastores, pues el dueño de las ovejas había tomado la decisión de descontar del pago de la semana el valor de las dos ovejas a todo el grupo que ese día había estado pastoreando a las ovejas.
       No tenía otra opción el dueño de las ovejas. No podía permitir que más ovejas se disminuyeran de su número; y, a pesar de que se las habían comido en la cena, y no había sido tanta la pérdida, era necesario crear un precedente al cobrárselas a todos por igual, pues para eso les pagaba.
       No hacer aplicar esa medida laboral, hubiera sido desastroso para las ovejas y para todo el trabajo en general que daban las ovejas.
       Los pastores, a pesar de lo festivo que había sido ese día por haber comido carne de oveja, se habían visto afectados por la muerte de esas dos ovejas. También se habían visto afectadas las familias de los pastores, pues éstos llegaron con el pago del trabajo un tanto disminuido, al terminar la semana. Las esposas de los pastores no dejaron de mostrar su disgusto, y cada uno se llevó su reprimenda, en medio de llamadas de atención y amenazas.
       Cuidar las ovejas tenía que ser importante.
       No se podía olvidar lo importante que eran las ovejas.





(10)             


       Los médicos estaban bastante satisfechos y orgullosos de sus conocimientos en la práctica de su ciencia en el caso de Epimenia. La salud de Epimenia iba en franca mejoría.
       Epimenia estaba muy conversadora.






(11)             



       Los pastores habían aprendido la lección.
       No se podían descuidar.
       Por eso, los pastores habían redoblado la vigilancia y se habían colocado en sitios estratégicos para cuidar que el lobo no se acercara.
       Algunas veces, un pequeño movimiento en las matas, ponía en alerta a todos los pastores que gritaban para espantar al lobo, por si por casualidad estuviese cerca. Así andaban los pastores después de la última pérdida de dos ovejas.
       Después no había sucedido una desaparición de otra oveja.




(12)             


       Habían puesto todo su conocimiento, y todo el trabajo de equipo para no sufrir otra pérdida más. Y estaba dando sus resultados.
       Algunos de los pastores añoraban comer carne asada de oveja, pero tendría que ser de otra manera, que no fuera como estrago de la presencia del lobo. Una oveja menos, tendría sus consecuencias en el salario de la semana. Y era responsabilidad de todos, porque a todos les pagaban para ese trabajo, y todos se verían, igualmente, afectados, porque era un trabajo de equipo. Todos tenían que cuidar los intereses de todos, porque el bien de uno, era el de todos.
       Además, sus esposas estaban muy contentas. Y, ellos, en cierta manera, también estaban muy contentos y agradecidos.
       También el amo estaba muy contento.




(13)             


       No había de qué quejarse.
       Todo andaba bien.
       Un día de esos de trabajo de equipo, en que todo estaba saliendo como últimamente estaba saliendo, uno de los pastores formó un griterío:
-- ¡Ahí viene el lobo!.... ¡Viene el lobo!...





(14)             


Los hijos de Epimenia estaban muy contentos.
Los médicos ya habían tomado la decisión de declarar a Epimenia en buen estado de salud, y de darle de alta médica, pues su situación y su cuadro daban todas las muestras de una evolución positiva.
Epimenia seguía conversadora, como lo había estado en los últimos días, a pesar de su quebranto físico...
Los compañeros de habitación le habían tomado mucho cariño a Epimenia, y ella siempre había sido muy respetuosa, aunque no se negaba que no dejaba de hablar y de hablar. Tal vez, en eso había consistido su simpatía.





(15)             


Mientras Epimenia estaba en su cuadro de paciente, era llamada por todos como la abuelita. Los mismos médicos la identificaban como la abuelita.
Y Epimenia era la abuelita conversadora, que no dejaba de hablar y de hablar.
Epimenia, algunas veces se quedaba dormida en las horas del día.




(16)             


El grupo de pastores salió corriendo ante el grito de alarma de uno de sus compañeros. Unos corrieron hacia el norte, y otros hacia el sur… el único que no se movía, y seguía parado donde había estado gritando, era el pastor que había dado el grito de alarma.
Entonces, el pastor del grito de alarma empezó a reír a carcajadas.
Comprendieron los demás pastores que se había burlado, y que no era más que una broma, y una broma de muy mal gusto.





(17)             


-- ¡Ahí viene el lobo!.... ¡Viene el lobo!...
Volvió a gritar el mismo pastor otro día en medio del prado donde pastoreaban las ovejas.
Y todos los pastores se dieron por avisados y corrieron por todos lados, buscando quitar de los dientes feroces del lobo alguna oveja mal herida.
Y se repetía el cuento del “ahí viene el lobo”…
Volvieron a sentirse burlados los pastores.
Era la misma broma del mismo pastor, que se reía a carcajadas bulleras.




(18)             


Es muy conocido el cuento del “ahí viene el lobo”.
Y, es válido en la aplicación de esta historia, para la que no es necesaria, sino la frase y el hecho de resaltar la mentira y la broma del pastor, porque en verdad el lobo no estaba viniendo, por lo menos en esos momentos.
No se descartaba, por otro lado, que el lobo hiciera su aparición. Y todas las probabilidades indicaban que el lobo se daría algunas vueltas para ver si lograba llevarse algo de carne de oveja a su estómago.
Los pastores estaban para cuidar de las ovejas, precisamente del lobo.
Se trataba de un forcejeo que no dejaba segundas oportunidades. O el lobo comía, o los pastores llegaban a sus casas con el salario completo de la semana. Una de las dos posibilidades rondaba aquello parajes y prados de pastos verdes, bonitos de mirar y contemplar en toda su extensión.
Uno de los tenía que salir ganando; o el lobo, o los pastores.




(19)             



Epimenia había sido dado de alta médica.
Ahora se encontraba en su casa, y todos sus hijos se turnaban para cuidarla. La prodigaban de todos los mimos.
Epimenia algunas veces era cuidada también por sus nietos, en especial las nietas, quienes le dedicaban todo esmero y cariño y el cuidado.




(20)             


Epimenia había se encontraba comiendo de todo lo que le daban. Tenía buen apetito, y eso tenía muy contentos a todos. Y eso mismo ayudaba bastante a su mejoría.
Epimenia tenía, sin embargo, un pequeño contratiempo, y era que no lograba dormir en las noches.






(21)             

      

       Los pastores estuvieron muy atentos al cuido de las ovejas.
       Los avisos de la presencia del lobo por parte del pastor que daba la falsa alarma, los fueron tomando como una broma, y de poco a poco se hicieron a la idea de que no pasaba de una broma de muchacho juguetón.
       El pastor que venía dando los avisos de que venía el lobo, y nada que venía, era el más joven de todos los pastores. No se negaba, en todo caso, que el lobo andaría por sus alrededores merodeando. No solamente un lobo; tal vez, más de uno, como era también de suponer. Porque también los lobos andan en manada.





(22)             




       Todos los pastores hacían de vigía.
       Todos los pastores usaban unos bastones grandes, y la forma final de cada bastón tenía la forma de cuerno de oveja macho, para indicar autoridad.
       El tener ese bastón con la punta en forma de cuerno les daba a los pastores un respeto entre todas las ovejas, tanto de machos como de hembras. Y al ser más grande que los mismos cuernos de la oveja macho más grande, le aseguraba un liderazgo. Por eso, los pastores tenían que usar ese bastón, con esa forma de cuerno. Era muy importante hacerse respetar por todo el rebaño de las ovejas.






(23)             


       Los pastores también cargaban unos perros que les ayudaban a cuidar las ovejas. Estos perros eran llamados “perros ovejeros”.
       Los perros ovejeros eran de color blanco con pintas negras. Algunos perros tenían pintas negras en las orejas. Y algunos otros tenían la pinta negra por en medio de la cara.
       Los perros eran muy bonitos. Además eran muy dóciles a los silbidos de los pastores.






(24)             



       Los silbidos de los pastores eran una especie de melodía.
       Cada silbido con su tonada especial tenía una orden distinta. Si silbaban con una duración más larga, significaba una cosa. Y si silbaban entrecortado significaba otra cosa.
       Los perros ovejeros sabían el significado de cada silbido y respondían de manera muy acertada a lo que cada pastor le indicaba.






(25)             



       Epimenia tenía problemas para conciliar el sueño en las noches.
       A veces se llegaba pasada la medianoche, y todavía se hallaba despierta.
       Otras veces, se dividía la madrugada, y todavía Epimenia, se encontraba sin poder dormir.







(26)             


       El problema del sueño, era realmente un verdadero problema para Epimenia.
       Las medicinas que mandaba el médico, no ayudaban en nada.
       Por otra parte, Epimenia estaba comiendo bien, y tenía buen apetito.





(27)             


       Habían llevado a varios médicos en distintas especialidades, pero Epimenia seguía con el problema del sueño.
       Epimenia tomaba también medicinas caseras, como si de esta mata o de aquella otra, por recomendaciones de los vecinos, e igual, seguía con su insomnio, que se estaba haciendo muy preocupante.





(28)             



-- ¡Ahí viene el lobo!.... ¡Viene el lobo!...
       Y de todos los pastores que estaban cuidando de las ovejas, sólo uno salió corriendo a espantar al lobo.
       Era otra broma.
       Los demás pastores se sumaron a la falsa alarma, y empezaron a reír a carcajada y señalaban con el dedo en forma de burla al pastor que había salido a la voz de alerta.






(29)             


-- ¡Ahí viene el lobo!.... ¡Viene el lobo!...
       Esta vez, ninguno de los pastores se movió, aunque todos desde donde estaban sentados giraron las cabezas hacia el rebaño de ovejas, que estaba comiendo sin ninguna señal de espanto.
       Entonces, todos los pastores soltaron las carcajadas, porque esta vez ninguno había caído en la broma, y todos se rieron del pastor que había dado la alarma, como la venía dando en los últimos días.
       El pastor que había dado la alarma también río a carcajada.
       Era una broma.






(30)             


       Epimenia se veía fatigada y agotada. El milagro y la magia del sueño nocturno le estaban haciendo una mala jugada.
       Epimenia seguía sin poder dormir en las noches.
       En horas del día podía dormir, pero, igualmente se le veía agotada. Es que el sueño nocturno tiene muchos efectos sanadores y terapéuticos, que no tiene el sueño que se hace en el día.






(31)             



       Fueron pasando los días.
       Todo transcurría sin grandes sobresaltos para los pastores, e igual para las ovejas. Las esposas de los pastores estaban muy contentas.




(32)             


       Los pastores se habían hecho a la idea de que el lobo se había mudado de lugar, y había preferido otros rebaños. Pero, igualmente estaban alertas de cualquier movimiento que indicara su presencia.
Por eso estaban siendo vigilantes.





(33)             

       Las bromas del pastor que gritaba la falsa presencia del lobo, no les quitaba a los pastores el que estuvieran cuidadosos y precavidos.
       Los perros ovejeros, en ese sentido, eran una gran ayuda en ese estar atentos.
       Los perros con sus ladridos darían la confirmación de la presencia del lobo.




(34)             

       Los ladridos de los perros ovejeros, también eran distintos. Cuando correteaban entre ellos jugando por el hermoso prado verde, sus ladridos eran suaves y ligeros. Cuando los ladridos eran para obligar que una oveja se volviera al resto del rebaño, entonces, sus ladridos eran insistentes.
       Los pastores, igualmente, sabían diferenciar ladrido de ladrido, y sabían interpretar lo que estaba sucediendo con el rebaño y con los perros.





(35)             


       Epimenia fue llevada otra vez al médico. Esta vez para buscar una solución al problema de su falta de sueño.




(36)             


       Los hijos de Epimenia no sabían qué especialista buscar.
       El médico que la venía tratando de hace hacía ya bastante tiempo, parecía que no estaba dando con la medicina adecuada.




(37)             

       Epimenia parecía estar alterada con el tratamiento que estaba recibiendo.
       Por un lado, la medicina indicada había hecho su trabajo curativo. Pero, por otro lado, esa misma medicina parecía haber alterado algo en Epimenia, que le estaba robando el hermoso regalo del sueño nocturno.





(38)             


       La rutina puede ser un instrumento beneficioso. Pero, también puede ser un instrumento perjudicial.




(39)             


       Los pastores se habían hecho a la idea de que todo estaba bien.
       Los perros ovejeros no daban ninguna señal, ni tampoco las ovejas se sobresaltaban.




(40)             


       Todo indicaba que estaba bien.
       Ya no había gritos de “ahí viene el lobo… ahí viene el lobo”.




(41)             

       Epimenia seguía dando muestras de agotamiento, por la falta del descanso nocturno.
       Epimenia seguía conversadora.





(42)             

       Epimenia mantenía su buen carácter, a pesar de no dormir en la noche.





(43)             

       Los pastores tenían un problema.
       El lobo no venía. Ya no venía.
       No había movimiento de pérdida de alguna otra oveja.




(44)             

       El lobo no venía.
       El lobo estaba.
       El lobo tenía tiempo estando.




(45)             

       Epimenia había sido atendida por otro nuevo especialista.
       Las recomendaciones del nuevo especialista habían sido muy esperanzadoras y prometían solución.




(46)             

       El lobo había cambiado de manera de estar entre el rebaño.
       El lobo había cambiado de estrategia.




(47)             

       Los perros ovejeros no sabían de la nueva estrategia del lobo.
       Los pastores tampoco se habían dado cuenta del cambio.





(48)             


       Ahora, Epimenia estaba comenzando la nueva medicina.
       Toda la medicina anterior había que desecharla. Así lo había indicado el nuevo médico.
       Todos parecían muy contentos.




(49)             


       Los hijos de Epimenia estaban agradecidos.
       Las cosas se entienden cuando se hablan. Y, ahora, habían hablado con claridad y sin ninguna segunda intención. Así había sido en la experiencia del nuevo médico.
       Todo parecía indicar que empezaría de nuevo.




(50)             

       La primera aplicación de la medicina estaba dando buenos resultados inmediatos para Epimenia.
       Todos estaban muy contentos.




(51)             

       Los pastores seguían viniendo todos los días, como siempre, a las verdes praderas con las ovejas.
       Las ovejas comían, y volvían a comer, y siempre tenían su balido y su coro de muchos balidos, porque eran ovejas, como ya se dijo, y volvemos ahora también a decir.



(52)             


       Los pastores se apostaban en sus lugares de siempre.
       Los pastores siempre usaban su bastón con forma de cuerno de oveja macho. Eso les daba respeto y autoridad.



(53)             

       Los pastores tenían tiempo que no comían carne de oveja. Sabían su precio, en caso de que se perdiera una oveja en los dientes del lobo.
       Los pastores estaban atentos.
       Desde la pérdida de las dos últimas ovejas, no habían comido más carne asada de oveja.



(54)             


       El lobo había cambiado de estrategia.
       Ya no venía.
       Por eso nunca más se había oído “ahí viene el lobo… ahí viene el lobo”.
       El lobo no venía.





(55)             


       La primera noche que Epimenia había tomado del nuevo tratamiento había sido una gran bendición.
       Epimenia había podido dormir durante toda la noche, de corrido.




(56)             


       Epimenia tenía tiempo que no saboreaba la dulzura de un sueño reparador.
       Esa noche había sido toda una bendición.



(57)             

       Al dormir Epimenia, todos experimentaban una gran alegría.
       También los hijos de Epimenia pasaron una noche reparadora. También ellos se beneficiaban del sueño de Epimenia.




(58)             

       El problema para los pastores no era que el lobo no iba. Era que ya estaba.
       Y ahí estaba el problema.



(59)             

       Antes el lobo salía corriendo detrás de cualquier oveja hasta que alcanzaba una, y se la llevaba entre sus dientes.
       Muchas veces el lobo salía con la oveja colgando en su boca, y la devoraba cuando tenía la oportunidad.




(60)             

       El patrón de comportamiento del lobo era que corría tras todo el rebaño hasta conseguir una oveja. Ese patrón asustaba a todas las ovejas, y los perros se enfrentaban al lobo.
       Cuando sucedía de esa manera, se formaba toda una algarabía. Las ovejas se espantaban; los perros ladraban; los pastores gritaban formando escándalo.
       Entonces, el lobo se espantaba.




(61)             


       Ahora el lobo, había cambiado su modalidad.
       Ya no corría detrás del rebaño.
       Por eso las ovejas no salían espantadas. Tampoco los perros daban ningún tipo de alarma, que indicaran que estaba sucediendo estragos en el rebaño.




(62)             


       El lobo esperaba el atardecer.
       El lobo no iba al rebaño. Por eso, las cosas habían cambiado.
       Por eso no había voz ni grito de alarma de la presencia del lobo.
      



(63)             


       Pero el lobo si estaba en los prados verdes bonitos de mirar.
       También el lobo comía carne de oveja.




(64)             



       Por otra parte, los pastores tenían tiempo que no comían carne asada de oveja puesta en brasas, al caer la tarde y comenzar la noche.
       Algunos pastores añoraban la carne asada de oveja.



(65)             


       Epimenia tenía un problema.
       Epimenia, ahora dormía en la noche.
       Epimenia, también dormía en el día.
       Epimenia, ahora casi no comía.
       Las cosas se estaban complicando para Epimenia.




(66)             


       La nueva manera de proceder del lobo no la sabían los pastores.
       Esa nueva manera del lobo, tampoco la conocían los perros ovejeros.




(67)             


       Todo parecía que estaba bien.
       Todo no estaba bien.
       Solamente parecía que estaba bien.



(68)             

       Los pastores no lo sabían.
       Tampoco el amo lo sabía.
       El amo estaba contento porque los pastores no llegaban con alguna oveja herida.
       Todo eso hacía pensar que todo estaba bien.




(69)             


       Solamente el lobo había cambiado de estrategia.
       El lobo si comía carne de oveja.




(70)             


       Ahora, Epimenia casi no estaba despierta en el día.
       Epimenia, ahora, casi no comía.
       Epimenia, se estaba debilitando.



(71)             


       Los pastores al atardecer hacían sonar sus silbidos largos.
       Los perros corrían hacia un lado, y hacia otro, y las ovejas comenzaban a moverse.
       Comenzaba el regreso de las ovejas.



(72)             

       Los pastores se distribuían en sus posiciones, y las ovejas se alineaban en su retorno a la casa, para pasar la noche, y volver al día siguiente.
      


(73)             


       Entonces, era cuando el lobo que había cambiado de actuar, salía a poner por obra su nueva estrategia.



(74)             

       Epimenia, apenas lograba ponerse en pie.
       El nuevo tratamiento la mantenía soñolienta siempre.
       Antes, casi no dormía.
       Ahora, casi no comía.




(75)             


       El lobo aprovechaba el movimiento de las ovejas y todo lo que ese movimiento provocaba.
       En ese movimiento los perros ladraban.
       Todo el rebaño se movía en manada.




(76)             


       Era, entonces, cuando el lobo agarraba con sus dientes punzantes como navaja afilada a una oveja, cualquiera que fuera.
       Oveja era oveja, y el lobo no hacía diferencia de tamaño, ni de sexo, ni de edad. Oveja era oveja.
       Y, lobo era lobo. No había diferencia.



(77)             


      
       Epimenia tenía que ser llevada al mismo médico.
       El problema del sueño, seguía siendo el problema de Epimenia.
       Se había llevado al médico, porque no dormía.
       Y, porque sólo dormía, había que volverla a llevar al médico.




(78)             


       En el barullo del movimiento del inicio del regreso de las ovejas, era cuando el lobo lograba aplicar su nuevo método.
       Las ovejas no se espantaban, ni corrían.
       Las ovejas solo movían para retornar.



(79)             


       En ese desorden del regreso, el lobo encontraba su camuflaje, y eso le permitía volver a comer carne de oveja.
       Pero los pastores tenían tiempo que no comían carne asada de oveja.
       El lobo les estaba ganando con su estrategia.


(80)             


       Hacía mucho tiempo que no se oía el grito que asustaba a los pastores.
       No se oía “ahí viene el lobo… ahí viene el lobo”…





(81)             

       El lobo estaba haciendo estragos en el rebaño.
       Lo ignoraban los pastores.
       No lo delataban los perros.
       El amo ni lo imaginaba.



(82)             


       Alguna cosa había que hacer con Epimenia.
       Las cosas se estaban complicando para Epimenia.
       El no comer era más que complicado para Epimenia.



(83)             


       Los pastores no sabían lo del lobo.
       Los pastores estaban contentos porque tenían tiempo que no habían llevado ninguna oveja herida para justificar la acción del lobo, frente a las exigencias del amo.
       No importaba que no comieran carne asada de oveja en los últimos días.
       Sus esposas estaban contentas. Y eso era muy importante.




(84)             


       Los pastores decían la verdad.
       Por eso lugares bonitos y hermosos de ver, no habían sentido la presencia del lobo.
       Los pastores estaban contentos. También el amo. También las esposas de los pastores.




(85)             


       Los pastores decían su verdad. Y en esto estaban en lo cierto.
       Nadie había gritado ni anunciado la presencia del lobo; por consiguiente, tampoco el estrago del rebaño.



(86)             


       Pero el lobo siempre había estado, y siempre había estado comiendo carne de oveja.
       No lo sabían ni los pastores, ni los perros ovejeros. Tampoco el amo.




(87)             

       La verdad es la verdad.
       A veces la verdad no aparece ni se asoma. Y la verdad no da visos de presencia, ni hace alarde de estar. La verdad simplemente está ahí. Está muda y en silencio.



(88)             


       La verdad es silencio.
       La verdad no grita.
       La verdad es silenciosa.




(89)             

       La verdad no grita.
       La verdad no se grita.
       Porque si la verdad gritara y si la verdad se gritara, ya fuera una grosería.
       Y, entonces, pasaría a ser una grosería la verdad.
       Y, la verdad no es grosera.



(90)             

       La mentira, por el contrario, hay que gritarla.
       Gritarla a voz en cuello.
       La mentira hay que gritarla hasta llegar a la misma forma del chillido.



(91)             


       El chillido hay que defenderlo, y en su defensa hay que dar la vida, para hacerlo estridente.
       Y, entonces, su estridencia se convierte en aplauso.



(92)             


       Los pastores no reportaban pérdidas de ovejas.
       Los perros ovejeros no ladraban distinto, como cuando sienten la presencia del lobo.



(93)             

       El lobo estaba comiendo carne de oveja.
       Los pastores añoraban comer carne asada de oveja.



(94)             

       Estaba sucediendo una verdad.
       Estaba sucediendo una mentira.



(95)             

       El lobo no aullaba.
       El lobo estaba comiendo carne de oveja.



(96)             

       Los pastores no reportaban la pérdida de alguna oveja.
       Los pastores añoraban comer carne asada de oveja.








(97)             

       Verdad.
       Mentira.



(98)             

       La verdad era para los pastores una mentira.
       La mentira era para los pastores una verdad.




(99)             

       Las cosas habían cambiado en la Venezuela del 2012-2013[1].



(100)      

Nadie gritaba “ahí viene el lobo… ahí viene el lobo”.
Nadie corría. Nadie se asustaba. Nadie sentía movimiento en las matas.



(101)      


       El lobo, simplemente estaba.
       El lobo comía carne de oveja.
       El lobo ya no venía.
       El lobo había estado y estaba.



(102)      

       El lobo solo había cambiado de estrategia.
       El lobo estaba comiendo.
       El lobo siempre había comido.
       Y, ahora, comía.




(103)      

       La verdad no se grita.
       La verdad es silenciosa.
       La verdad no es grosera.



(104)      

       Para los pastores hubiera sido una grosería comentarles que el lobo estaba en los prados verdes bonitos de ver y de mirar.
      


(105)      

       La sola sospecha de un comentario a los pastores de la presencia del lobo les traería a los pastores un sinfín de problemas.


(106)      

       El principal problema para los pastores se viese reflejado en sus salarios de cada semana.
       Las esposas de los pastores se hubiesen molestado sobremanera.
       El amo hubiese tomado medidas.
       El rebaño de ovejas era su fuente de trabajo.




(107)      

       El lobo no había ido, ni venido.
       No había habido ningún indicio para pensar que hubiese ido en los últimos tiempos.
       No ha ido. No había ido.



(108)      

       El lobo solo estaba.
       Por eso el lobo no había ido.
       Por eso el lobo no había venido.



(109)      

       Simple de simple.
       Nada de complicado.
      


(110)      


       Sólo se ignoraba.
       O se sabía, o se sospechaba por lógica de pastores de ovejas.
      


(111)      

       ¿En qué momento se había cambiado el escenario?
      



(112)      

       Las ovejas comían, y volvían a comer, y siempre tenían su balido y su coro de muchos balidos, porque eran ovejas.
       Esto ya se dijo. Y se dijo que se dijo.
       Pero se vuelve a decir, para decir que se dijo que se dijo, y se vuelve a decir, para decir que se dijo que se dijo[2].




(113)      

       ¿No era conveniente saber que el lobo había estado siempre?
       Saberlo tenía sus problemas.



(114)      

       Era gritar…que no.
       Y, había que convertir el grito en chillido.


(115)      

       Aquí estaba el problema.
       El grito era chillido.



(116)      

       El lobo, simplemente, estaba comiendo carne de oveja.


(117)      

       La verdad no se grita.
       Si la verdad gritara perdería su elegancia.


(118)      

       La verdad tiene compostura.
       La verdad tiene su no sé qué de finura.
       La verdad es la verdad.


(119)      


       La verdad permanece.
       La verdad se mantiene.
       La verdad no grita.
       La verdad es silencio y silenciosa.



(120)      

       El lobo, simplemente, estaba.
       Esa era la verdad.


(121)      

       El problema era en la lógica de los pastores.
       Porque si estaban cuidando ovejas era porque las ovejas necesitaban de cuido.

(122)      


       El problema era que si el lobo no había dado muestras de su cercanía… era porque algo no andaba bien.
       El lobo come carne de oveja.
       Los pastores cuidan de las ovejas.



(123)      

       El problema no era el problema.
       Porque el problema no era que el lobo no comiera carne de oveja. Porque el lobo come carne de oveja.


(124)      


       El problema era que los pastores no daban ninguna alerta del lobo.
       Para eso están los pastores de ovejas. Para cuidar de las ovejas.
       El lobo tenía que estar comiendo carne de oveja.
       Era lógico que el lobo estuviera.



(125)      

       El problema era la omisión del grito de los pastores.
       Los pastores se habían acostumbrado a no escuchar ningún grito de alarma.


(126)      


       Y la lógica era la lógica.
       El lobo siempre es lobo.
       La oveja siempre es oveja.
       Los pastores estaban para cuidar a la oveja del lobo.


(127)      

       El lobo estaba para comer oveja.
       El pastor estaba para que el lobo no comiera oveja.


(128)      

       El problema era que el lobo seguía siendo lobo.
       Eso no era un problema.


(129)      

       El problema era que los pastores se habían confiado.
       El lobo estaba siendo fiel a sus instintos de depredador.


(130)      

       Los perros, tal vez, ya estaban con sus ladridos anunciando que el lobo estaba.
       Pero el lobo había cambiado de estrategia.
       El lobo ya no iba.
       El lobo ya no corría detrás de alguna oveja.
       El lobo esperaba que las ovejas se movieran en el momento del regreso.
       El barullo del regreso era la nueva estrategia para el lobo.


(131)      

       Ahí estaba el centro.
       Ese era el problema.
       Esa era la oportunidad para el lobo.



(132)      

       El lobo era lobo.
       Antes.
       También ahora.


(133)      


       Las cosas habían cambiado.



(134)      

       Mientras tanto, Epimenia, seguía sus tratamientos.
      








[1] En este punto y altura del cuento, es donde está la parte crítica y complicada, porque es donde se aplicarían los números 231 y 233 de la CONSTITUCIÓN DE LA REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA…
[2] Siendo con ello ya la tercera vez que se dice, para volver al cuento  del gallo pelón… “¿quiere que te cuente el cuento del gallo pelón?”, para volver a preguntar, que “¿quiere que te cuente el cuento del gallo pelón?”... Y nunca se cuenta nada, porque todo se va en la pregunta…